RÍO
- historiasamalgama
- 24 feb 2019
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Para El Cauca

Ella creció a las orillas de un río, y aprendió a brasear contra la corriente. Después llevó a sus hijos a la muralla y les enseñó lo mismo. Les enseñó a respetarlo, cuidarlo, a temerle y amarle como al mismo Dios. Rezaron un padre nuestro antes de embarcarse, y luego éste les dio de comer. A ella le gustaba verlo, escuchar lo que decía.
El río estaba vivo, y atravesaba las cordilleras como una vena prominente y ruidosa. Desde el Macizo hasta el Magdalena, abrazando la tierra, y dividiéndola. Al río le llegaban historias y él las recibía, era cómplice de los niños que se escapaban de casa, de los enamorados y los pescadores. Con los años, el río fue testigo de otro tipo de historias, y se convirtió en una tumba, abrazó muertos y los amparó del olvido.
A su paso el río dejó de ser estruendoso, en la ciudad no querían ni escucharlo, ni verlo. Las empresas lo utilizaron de vertedero, los ganaderos y los mineros legales e ilegales lo debilitaron. Otros lo utilizaron para dejar atrás sus desechos y lo convirtieron en un espacio para lo efímero. Algunos, los que vivían a sus orillas, se levantaron para protegerlo, sus denuncias eran desbordantes y alarmantes, pero las respuestas eran silenciosas, negligentes y amenazantes. A unos no les permitieron seguir hablando.
Cuando se volvieron a ver, ella y él habían cambiado. El río se había acostumbrado a la muerte, y aunque sus aguas corrían todavía rebeldes había perdido uno que otro brazo, ya no se podía comer de su vientre. Eran semejantes, estaban hechos de lo mismo, eran cambiantes, indecisos, frágiles, inagotables, hijos del tiempo y del agua. El río y ella en un silencio finito, sin piedras, sin nada más para decir. Y aunque las aguas habían cambiado de color, ella sabía que los demás todavía podrían acercarse a éste, reflejarse y ser testigos de su propio narcisismo.
*
Jorge Manríquez no se equivocaba cuando decía que “los ríos son la vida no porque vayan al mar y la muerte sino porque están vivos, porque fluyen y cambian y se desmienten y lanzan mil imágenes y son inatrapables y se adaptan a todo y son siempre ríos”. Pero los ríos, cuentan algunos, pueden convertirse en desesperanza. Pueden desbordarse como las venas cuando la muerte se encuentra cerca.
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