top of page

Contar es vencer el pasado

  • Foto del escritor: historiasamalgama
    historiasamalgama
  • 29 jun 2018
  • 9 Min. de lectura

ree

Tatiana vive con cuatro de sus hijos en un ranchito de tabla en Voces de Esperanza. Usa anillos en casi todos sus dedos y una especie de turbante que le cubre parte de sus trenzas. Es verdadera suerte encontrarla en su casa, pues trabaja de sol a sol. Su vida no ha sido diversión, sino una vida dura.


Tatiana


Yo soy de Mercaderes, Cauca pero he vivido la mayoría del tiempo en Popayán. Llegamos aquí a Voces de Esperanza hace dos años, antes vivíamos por la variante en Bosques de Pubenza. De Mercaderes me vine con mi mamá. Estuvimos en El Plateado y Huisitó y de ahí ya llegamos a Popayán. Trabajo en un restaurante en los puestos de la galería de la Esmeralda de cuatro y media de la mañana a siete de la noche, cocinando. Me toca hacer de todo, aunque a mí lo que más me gusta preparar son fríjoles. Mi mamá me enseñó desde pequeña a cocinar y su especialidad es el sancocho, le queda muy bueno. Últimamente estaba con un señor y nos separamos por problemas que no faltaban. La relación con el papá de mis niños era solo problemas, ellos miraban todas las peleas, maltratos y dificultades. Viví trece años con él pero siempre fue peleando.


Tengo hermanos pero con ellos no tengo una relación buena, somos retirados. Con la que más me comunico es con mi mamá que sí me ayuda bastante, con mi hermana vivíamos aquí pero ella era por su lado y yo por el mío.


Mi infancia no fue agradable porque siempre viví con un padrastro y a la edad de ocho años fui abusada. Estuve un año y medio en la guerrilla, me volé, quedé en embarazo y así… mi vida no fue diversión sino más bien una vida siempre dura. A mi mamá le cogí rabia un tiempo, me fui de la casa y ya con el tiempo le fui devolviendo amor y le dije por qué habían sido las cosas. El día que pasó lo que pasó con mi padrastro estaba con mis hermanas y yo les dije que no le fueran a decir nada a mi mamá, y a los dos días me fui. Mi mamá me preguntaba que por qué la indiferencia pero nunca le dije. Cuando se enteró yo ya estaba en el monte. Me fui con la idea de matar a mi padrastro, por eso me metí a la guerrilla.


Entré a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN, en El Plateado. En ese tiempo el comandante se llamaba Ramiro. El trato siempre es duro, no es como uno piensa que tiene la libertad de orinar solo, por ejemplo. Uno tiene un horario que debe cumplir y si le toca orinarse ahí parado pues le toca. Tocaba hacer huecos, recoger leña, prestar guardia entre otras cosas. En los combates uno no halla qué hacer porque de por sí los comandantes son los que se esconden y uno pone el cuero. En un combate nos fuimos cinco: dos mujeres, dos de mis compañeras murieron allá y se las enterró y otros quedaron heridos. Cuando las mujeres quedan embarazadas se los sacan, entonces yo reflexionaba. Pero uno se quiere salir de buenas a primeras y no puede, entonces tiene que buscar la forma de escaparse y si se escapa bien, y si lo agarran pues ya sabe a lo que se atiene. Cuando entré a la guerrilla iba a cumplir los doce años y mis compañeras tenían catorce y otra dieciséis, ellas también vivían una situación difícil en sus casas. En el campo se miraba más que todo eso, uniformes y armas. Uno piensa que eso es lindo, pero mentiras, no es cosa de tener la libertad y estar donde uno quiere: hay que cumplir las reglas, ser abusadas por el comandante las veces que él quiera, sin tener derecho a decir nada, y si quedan embarazadas pues pa’ afuera el chinito. No ponen droga ni nada, con la voluntad de Dios si queda uno bien o mal.


Yo quería escaparme y había un compañero que ya tenía más edad y había perdido una vista, me vio llorando y me preguntó por qué. Yo le dije. Me dijo que él llevaba treinta años y que yo apenas uno y medio y ya sufriendo. Él me estimaba mucho y me dio las posibilidades para que yo más o menos viera el día que me podía volar o para que mi mamá hablara por mí, pero no se pudo hacer nada porque era que saliera yo y se llevaban a mis hermanos pequeñitos. Fue un día domingo: ellos estaban de celebración, hacían rumbas y uno ahí tenía la posibilidad de volarse. Yo me vine directamente a donde mi mamá acá en Popayán, no fui a la policía ni nada.


Hace un tiempo me encontré a unos compañeros y tenía miedo de que le fueran a decir a alguien, pero no. Y después de años volví y vi al comandante. Él medio me alcanzó a ver, pensé que me iba a matar pero no, no sé por qué no hizo nada, seguramente no me reconoció, igual yo fui directamente a una finca a encerrarme a trabajar. Quise irme a una finca que tiene mi mamá por allá, pero me ganaba y me gana el miedo. Y es que en el campo uno se gana la vida más fácil, es mejor porque se ponen a criar gallinas, marranos, cuyes y con eso uno se sostiene, pero yo supongo que ellos todavía están por allá. No supe nada más de mis compañeros.


Hace poco caí en el vicio: tomar y fumar eran mi refugio, tomaba a diario y así estuve tres meses. Una vez me tiré a un carro, un señor me ayudó y me dijo que yo tenía que salir adelante y me fui para una finca. Salí del vicio y empecé a trabajar.


Mamá


Tengo seis hijos. Marlon David, que se fue esta semana a estudiar con los abuelos porque aquí en el colegio de Cajete no lo reciben pues tiene doce años y apenas está en cuarto y además estaba aburrido de cuidar a los otros hermanos: Karen Alejandra, Sharol Dayana, que tiene seis, y Miguel Ángel que tiene cuatro. La mayor, Suanly Yineth, vive con mi mamá, tiene trece años, y la otra en Bogotá con los tíos, tiene ocho años.


Por el trabajo me toca dejar a los niños solos casi todo el tiempo, excepto cuando están en colegio y en la guardería. A Karen ya le enseñé a cocinar. Yo les dejo haciendo el desayuno y a ella le toca almuerzo y comida, así me ayuda porque lo que me gano alcanza para la comida y las cosas que ellos necesiten. Lo más difícil que he pasado en la vida es la responsabilidad de los hijos porque uno ya necesita para una cosa y para otra, y el día que uno no trabaje no tiene.


Cuando me voy, ellos me dicen “mamita, no se vaya”, pero yo tengo que ir para poder tenerles la comidita todos los días y pues ahora que son cuatro ha mejorado mucho, porque antes había que conseguirles todo a los seis. Ellos mantenían mucho en ese charquito, todos los días. Hasta vinieron los vecinos a avisarme que la niña estuvo allá, que con un poco de hombres, y le pegaba, no voy a decir que no porque me sacaban la rabia. Pero también le hablaba que tuviera cuidado porque el día que le pasara algo, yo a quién le iba a echar la culpa, a quién iba a buscar, si lo primero que me iban a preguntar era con quién los dejaba y la primera jodida iba a ser yo. Bueno, yo me voy, les dejo la comida, ustedes están aquí en la casa, me esperan y ya, yo los dejo recomendados con la vecina de aquí abajito y ella les viene a dar vuelta.


A mi hijo menor, Miguel, hace tiempo que lo tuve hospitalizado como un mes y medio y le dijeron que era una infección en la sangre: le mandaron una droga de cien mil pesos por seis meses pero yo no se la pude comprar. Lo estuve revisando en estos días y estuvo teniendo algo en la cabeza, yo creo que por lo que tuvo. Ahora le estoy lavando la cabeza con hierbas y le doy pastas, también con alcohol, pero al médico sí casi no lo he llevado por lo que estoy reportada en Bienestar Familiar, allá se enteran y me los vuelven a quitar. Lo mejor de ser mamá es que uno aprende a valorar a los padres y las cosas que le decían, y dice: “ojalá les hubiera hecho caso y así no estuviera pasando lo que estoy pasando”. A la primera niña la tuve a los dieciocho años, en El Plateado, cuando trabajaba en casas de familia o raspando coca.


Estando aquí en Popayán, metieron a mi marido a la cárcel, me quitaron a los niños por once meses: tres meses estuvieron en Bienestar y otros siete con una madre sustituta.

Mi hija mayor fue violada por el padrastro y Karen también por el papá, por eso ahora está en la cárcel y de ahí me ha tocado sola. A él lo denunció mi mamá, más que todo porque cuando eso pasó estábamos en una finca y lo que yo hice fue llamarla y ella lo denunció. Yo me quedé allá y cuando salí de ahí con mentiras él se dio cuenta y se voló. Lo cogieron hace apenas como tres años y medio en La Esmeralda, él trabajaba raspando o en construcción. La vez que lo capturaron yo estaba muy mal económicamente y él vino a dejarle plata a los niños. A mí me habían dado un tiempo para entregarlo a la policía o me quitaban a los niños por estar siendo cómplice. Ese día la policía llegó a mi casa y me dijeron que era él o yo, entonces yo dije que estaba en La Esmeralda y se lo llevaron. Antes de eso yo no la había entregado, de pronto por la situación económica, por lo que me tocaba pagar arrendo, agua, luz, gas, entonces siempre me quedaba duro y él mal que mal y estando lejos me mandaba plata. Pero también sentía el odio y el rencor de mi hija mayor que pasó mucho tiempo para perdonarme y volverme a hablar. Ella no me podía ver: yo llegaba donde la abuela y ella hacía como si yo no existiera, para ella yo estaba muerta. Ahora ya la relación ha mejorado, ella ya me saluda, me pide la bendición y viene de vez en cuando por lo que está estudiando, está en sexto.


A él le dieron quince años en la cárcel por lo que aceptó cargos y le pidió perdón a ellas y a la gente, por eso le rebajaron de veinticinco a quince. Karen ahora está bien porque antes había empezado a andar muy tarde: llegaba como a las diez de la noche y me tocó reprenderla y hacerle caer en cuenta de que yo respondo por todo lo de ellos y como llego tarde, ellos deben acostarse y cerrar la puerta, no salir con las amiguitas tarde. Y todo eso le sirvió porque ya no tengo que estar pendiente de ella ni de dónde está, además que debe cuidar a sus hermanos.


A Voces de Esperanza llegamos buscando donde comprar, porque para recuperarlos a ellos necesitaba tener donde vivir, sino no me los entregaban. Me puse pilas a buscar y compré lo más rápido que pude. Las condiciones que yo tengo es que estén bien cuidados y que no estén solos. Hace días vinieron y menos mal Miguel estaba con una vecina y no lo vieron en ese estado. Y a la guardería tampoco lo estuve mandando porque quien la maneja también tiene derecho a informar cómo los tengo.


Entré al vicio cuando me los quitaron, y cuando salí empecé a trabajar para darles a ellos sus cosas, solo frutas que les podía mandar con mi mamá cuando iba a visitarlos. Ya cuando yo salí de allá los pude visitar. Cuando fui, ellos ya no me decían mamá, solamente tía, y mamá le decían a la señora que los tenía. Por eso yo pensaba que no los iba a tener más pero decidí cambiar y luchar por ellos. Siempre ha sido duro, me ha tocado buscar ayudas en la Cruz Roja, en la Alcaldía, para que me ayuden a poner un negocio para no dejarlos solos.

Mi hijo mayor estuvo dos años en una Fundación porque cogió malos vicios, pero la última vez que lo mandé ya se había volado tres veces. Me dijo llorando y gritando que si yo lo volvía a mandar allá él prefería estar muerto, que él se quitaba la vida pero allá no volvía. Entonces yo no lo llevé más. Me tocó presentarme y decir por qué no iba a volver, me hice responsable de lo que hiciera por acá. Y pues hasta ahora se ha portado bien, solo se fue porque estaba aburrido y a él le gusta más el campo, entonces la abuela por parte de papá se lo llevó.


Contar no me da miedo. Una vez lo hice en un grupo de mujeres víctimas de violencia sexual y me ayudaron mucho con los niños. Conté todo lo que había vivido. Entonces cada tres meses tengo una ayuda de ellos para sostenerme y compro lo más necesario que es el mercadito o algo así.


Yo la verdad nunca estudié, no soy estudiada, pero mi anhelo es poderles dejar una casa bien hecha, y poner una tienda para no estar lejos de ellos. Lo más feliz digamos es tener este ranchito, porque uno llega y nadie le dice nada, ni desocupe y págueme arriendo, y pues estar con ellos que están en su rancho y nadie les dice que no rayen tal cosa, que no dañen o así. Porque pagando arriendo todo es un problema con los niños, que hacen bulla, que lloran y gritan. Igual tampoco es que aquí puedan hacer lo que quieran pero es diferente que los regañe otra persona, a uno mismo que es la madre.

Comments


Revista Entropía 2020

  • Instagram - Círculo Blanco
  • Facebook - círculo blanco
  • Twitter - círculo blanco
bottom of page