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En ese lado donde se pesa menos

  • Foto del escritor: historiasamalgama
    historiasamalgama
  • 11 jun 2019
  • 2 Min. de lectura

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Podría decirte que tú eres el problema, porque es lo más fácil. Podría hacerte el culpable por sentirme así, porque no tendría que pensar mayor cosa, ni cuestionar las decisiones que me trajeron a reflejarme en una balanza, siempre arriba, en ese lado donde se pesa menos.

Si fuera de esa manera resumiría que tu presencia me acongoja, que las palabras arden, que las sílabas pronunciadas y sin pronunciar me quiebran, pero no. Debes de entender que soy yo, y todo va más lejos de esa noche, o de esos años y también de los no o las aceptaciones sin titubear.


Déjame recalcar que no pudiste hacer un nudo donde todo estaba deshecho, donde ya no había nada que enredar, porque no conoces a la chica que se le pasaban las horas sentada frente al televisor evitando sus pensamientos o la nena en medio de la mañana en algún rincón mirando todo lo que sucedía a su alrededor.


Aunque…nada de eso importa. Pues, ni estas líneas ni el presente son para ti.

Ahora no tienes el derecho de verme pronunciar tu nombre. Ya no.


Hace unos días soñé:

Estaba reunida con un grupo de personas desconocidas en la casa de mi abuela, no lucía como la real, pero sentí como si lo fuese. Los demás miraron hacia afuera. En la acera transitaba un auto que arrastraba un burro, la escena grotesca hizo que me volteara para evitar mirar, los demás no gritaron, solo observaban. Se escuchó algo semejante a un hueso de pollo romperse, en ese instante sé que el animal fue aplastado y le rompieron las piernas.

A lo largo de estos meses he aprendido a catalizar las energías, suelo prender una vela morada en las noches y meditar. Sé también que debo estar agradecida de no sentir un nudo en la espalda o en la garganta o en el estómago. Quisiera sentir como lo solía hacer, cuando veía atenta las hojas moverse al son del viento o cuando las nubes parecían tener otras formas o el naranja de la tarde tranquilizaba, oír a un perro ladrar o quedarme por tan solo unos minutos viendo a los guayacanes florecidos y sonreír y estar en paz.


Pareciera que todo está bien, porque en realidad nada está mal, pero en mi mente siempre está el burro roto o la balanza arriba. Y aunque no creas, aunque a veces todo sea como hoy donde las palabras no llegan a salir de la boca, donde no puedo sentir el viento sobre mis mejillas, ni respirar profundo o cerrar los ojos y ser, a pesar de todo tengo un plan y poco a poco lo voy cumpliendo.


Y a pesar… llegaré un día a vivir con suficiencia y en soledad, a disfrutar las noches, a poder dar lo que me dieron y sentarme y ver a la chica de cinco años con una tarea del colegio responder a la pregunta de qué ser en el futuro y decirle “no te preocupes, todo estará bien”, porque solo lo necesita oír de ella.

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Revista Entropía 2020

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