para poder dormir
- historiasamalgama
- 23 sept 2019
- 3 Min. de lectura

He alistado al peluche tan nombrado y he pensado en dárselo para que entienda lo que usted significa para mí. Comienzo desde el principio, debe entender que unos le temen a estar en lugares muy arriba o a los insectos, o muchos otros al fracaso, por mi parte, desde que tengo memoria, le tengo miedo a la noche, no a la hora, sino al acto de dormir.
Dejar la mente vacía y entregarse. Una elipsis. Sentir que todo pasa más rápido, las ocho horas o siete no son nada claras, a veces se conocen los sueños, pero son vagos y no llenan todo ese tiempo, en la mayoría no hay nada, son negros. ¿Y cuál sería la diferencia al morir si no se es consciente, si se está en un espacio tranquilo, pero no controlado? Nunca lo entendí y nunca lo quise.
No me podía sacar esto de la cabeza, aparecía una y otra vez y no me dejaba en paz para poder estar tranquila y entregarme a la noche, me atormentaba y hacía que estuviese horas y horas divagando en esto, en lo que había hecho hasta ese entonces, lo que no debí hacer y lo que no había pasado. Entonces se me ponía la mente caliente y comenzaba a sudar. Una vez, para deshacerme de la temperatura, tomé una sábana y la tumbé en el suelo para que el frío ahuyentara el bochorno de mi cuerpo. No funcionó.
Me aliviaba al llegar el amanecer, pero durante el día solo pensaba en el momento de estar en la cama y restaba el tiempo que quedaba para ese instante, “esta vez podré”, “esta vez será diferente” me repetía, pero todo volvía a ser igual. El insomnio. Me tuve que encaminar a buscar una solución. Probé de todo: leche tibia, valeriana, vitaminas, pero nada daba resultado. Un día, como si Dios lo hubiera mandado, hallé una respuesta en un pequeño supermercado, un peluche amorfo en forma de pez, yo, una infanta al comprarlo, nunca pude separarme de él, lo abrazaba y dejaba de pensar en el hueco, en ese espacio negro en la memoria de las largas noches y así logré dormir.
Me temo que usted no ha visto el animalejo del que hablo, porque cuando lo conocí, algo en esas horas cambió y ya no lo necesité. Déjeme explicarme: siempre me levanté sobresaltada en algunos momentos cuando dormía, al abrir los ojos me daba cuenta de que mi cuarto era en esos momentos tan oscuro que no se diferenciaba entre tenerlos cerrados y abiertos.
Ese año, de nuevo lo digo, cuando lo conocí, cambié el sobresalto, porque la noche comenzó a personificarse, lo irreal: los ojos cerrados y mis sueños se mezclaron con lo real, porque usted abstractamente fue eso desde el inicio, algo que me rondaba en la cabeza, que maquiné una y otra vez sin esperar que apareciera, hasta que un día llegó, sin sobresalto y pasó de no estar a existir y a ser, sin querer, ese sueño.
Porque no sé si entiende que yo sí lo he visualizado cuando duerme, cuando cocinamos juntos, cuando me mira y sonríe, o cuando calla de repente, no sabe cómo se ve, por supuesto, pero yo sí. Vi sus ojos, su boca, su rostro entero y sus manos, cuando el día 23 a las 14 horas yo estaba en su cuarto y salió porque un zancudo hace dos minutos exactos rondaba en su habitación y quedé sola en frente de su celular y después estaba usted, cinco minutos después, hablándome en cámara lenta, balbuceando que me quería, que me quería, pero…
Ahora bien, no ponga peros donde yo siempre he dicho sí. Que cuando me ve y me pide alejarse no ha entendido que pasé de ver el techo por horas y horas a estar sentada encima suyo y usted en la acera mientras vemos la luna y me jura, que, aunque sea pronto lo tiene seguro, que mis más están con sus menos y sus menos con mis más, en eso, téngalo claro, ahora pienso en eso para poder dormir.
Comments