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Solo Coraje

  • Foto del escritor: historiasamalgama
    historiasamalgama
  • 25 mar 2019
  • 2 Min. de lectura

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No recuerdo la primera vez, o quizás la única que fui a un circo. Recuerdo una vez, en el pueblo natal de mi papá, un circo que llegó y al que fuimos solo para desternillarnos del pésimo humor del payaso (me excuso por decir pésimo pero simplemente no es mi tipo de humor). No recuerdo trucos de altura, solo al payaso. Existen personas amantes de la adrenalina, por no decir del peligro, de lo extremo que finalmente termina siendo otra forma de sentirse vivos. Nunca he sido de esas personas, no me consideraba así, hasta que ese trapecio me hizo sentir desde que lo ví que tenía que intentarlo. El show y el espectáculo transcurrieron con normalidad, reí muchísimo, esta vez el humor negro del payaso fue lo mejor del show; al final vinieron los saltos en el trapecio. Sentí miedo, y a la vez estaba completamente atraída por ese misterioso acto de vuelo, de entregarse al aire y a la posibilidad también de un error; era la confianza en sí mismos lo que me llamaba, tan esquiva para mí en ese preciso momento de mi vida.


No pensé que saltaría pero lo hice, no sé cómo ni de donde saqué el valor, solo subí esas escaleras y mientras escuchaba instrucciones en lo alto y el trapecio se balanceaba para llegar hasta mí, pensaba en arrepentirme, en bajar, pero sabía que no era eso lo que quería. Salté y sentí mis brazos y piernas congelarse, pensé que no tendría la fuerza suficiente para sostenerme. Lo hice. Me balancee unos segundos, que fueron eternos, como dicen que son las cosas que uno no disfruta, pero yo sí lo hacía. Por un segundo de atraso me solté y perfectamente pude haber caído mal, una de las bailarinas me dijo que podría partirme las piernas, no pasó. Recostada en la malla miré el cielo estrellado de la carpa, tenía mucho tiempo sin sentirme así, libre, capaz de todo, con un hormigueo en todo el cuerpo y de forma extraña sin ganas de volverlo a hacer. Temblaba y sonreía porque ese día descubrí que uno es siempre más de lo que cree ser, de lo que otros piensan que uno es, que tal vez esas situaciones que mayor miedo generan son las necesarias para ver eso, que hay actividades que requieren mucha práctica y otras que solo requieren coraje. Amé el circo, los niños, las luces, la risa, y también el miedo, el sentirse liviano, el volar por los aires, solo sintiéndose vivos y capaces y felices.

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Revista Entropía 2020

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