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Todo pasado fue mejor

  • Foto del escritor: historiasamalgama
    historiasamalgama
  • 10 feb 2019
  • 2 Min. de lectura

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Debo aceptar que todo tiempo pasado fue mejor. Entre nosotros el cambio comenzó cuando encontré la foto de esa niña en tu escritorio. Días más tarde la conocí en la piscina, tú le enseñaste a nadar, mientras yo de lejos los miraba. Comprendí la situación la noche que discutías con mi madre, ella en medio del camino se bajó del auto y al llegar a la casa cerró con llave, a pesar de tus gritos desesperados no hubo respuesta. Esta soy yo junto a ti, hay una puerta, tú estás afuera, lo distinto es que nunca intentaste entrar.

¿Pito no sabes que lo presiento? La otra noche me mantuviste la mirada por unos segundos y supe con seguridad que hay odio, y este sale a flote cuando me escuchas decir lo que no quieres oír. Lastimosamente lo que siento cuando tomo tu celular e intento ignorar las fotografías y conversaciones que mantienes, es largamente peor.

Peor…

Peor es nada repite mi mamá, pero siempre elegiría esa nada a lo que tú has dado, cuando leí el discurso en el cole, cuando presentamos nuestro proyecto en el teatro local, o tan solo cuando me gradué. Nada, Na- da, a veces estuvo la silla vacía, otras tu silencio. Ahora lo evito porque presientes que voy a fallar, y lo dices sin adornos: “no sirves”.

Y tú tampoco, pienso yo, porque somos almas distintas unidas por un carácter similar, cuando explotamos, cuando no nos comprenden, cuando simplemente no queremos estar ahí y el lugar se llena de gritos. Y ese eres tú, una voz que se alza y alza, porque nunca elegiste estar aquí.

Y por eso es difícil encontrarte, sentarnos y hablar de lo que sientes, de lo que soy o de lo que queremos, que en mi boca se repita lo de la casa vacía, los bandos, los platos rotos, las dos familias, mis nudos en la espalda, nuestros insultos, mis preguntas ¿por qué? ¿quién ella? Que es preciso decir que las decepciones han llegado al tope y ahora espero lo peor, quiero lo peor, que mi madre nunca hubiera abierto la puerta.

Mi venganza, ser atrevida y decirte lo que siento: que todo pasado fue mejor, que deseo recordarte en la época de mi niñez cuando olvidé pronunciar tu nombre e inventé ese apodo, y la casa se llenó de Pito esto, Pito aquello y eras tú, solo tú, los días cuando jugábamos en tu cuarto y me hacías cosquillas, o cuando le hacíamos bromas a nuestros familiares y me cargabas en tus hombros, o cuando dijiste algo que me hizo sentir mal y al día siguiente me despertaste con el desayuno hecho por ti en mi cama, las caminatas los sábados en las mañanas, las comidas los viernes por las noche, cuando eras y estabas en mi corazón y en mis días. Pito, sobre todo, Pito mi papá.

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Revista Entropía 2020

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