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Un día, todas

  • Foto del escritor: historiasamalgama
    historiasamalgama
  • 10 mar 2019
  • 2 Min. de lectura


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Conocí a una mujer que dejó su pueblo, su familia, su tierra y todo lo que conocía por buscar otro sueño, uno que no incluyera un marido ni unos hijos a la fuerza, ni una casa siempre arreglada ni una comida en la mesa, todo sólo por ella, y encontró en la ciudad a una mujer que no conocía, un mundo distinto pero suyo, de nadie más.

*

Conocí a otra mujer que se aventuró a tener un hijo, sin poder, sin verse a sí misma con él, y sin saber un cómo ni un por qué, sin tener en su cuerpo, ni a su lado, fuerza ni apoyo, y lo cría y lo cuida, y se ríe con él y entiende sus palabras inentendibles, y le enseña, y lo lleva consigo.

*

Conocí a una que vivía sola en una montaña, que ayudaba a parir los hijos de otras, que la tenían solo a ella, en esa vereda, en ese pueblo. Quiso ser lo que las otras no pudieron, libre, dueña de sí, y quedó sola, viendo un paisaje frío a diario, pero viéndose también, no hay nada que pueda quitarle los años, ni la paz, ni los lugares que ha conocido y mucho menos la fuerza de sus manos.

*

Había otra que buscó en la venganza, la vida que le había sido arrebatada. Que tomó armas, que violentó buscando sanar y encontró otras razones, otras ganas para también huir. Conoció el amor, a sus hijos, la cocina, los fríjoles que les da los domingos, el valor del tiempo al no tenerlos y el valor del trabajo que le permite que no se los lleven, que sea solo ella quién los cuide, quién los toque, ser solo ella su mamá.

*

De un momento a otro, la enfermedad puso a otra en un cuarto aséptico dando valor cuando no lo tiene, dando fuerzas cuando se le acaban, lejos de todo y con ganas de no seguir más. No es ella, no es su cuerpo el que falla, pero es la única, en una ciudad de hielo, cuando vienen del desierto. Cuidar, acompañar, estar ahí, es su rutina, del hombre en la camilla y de su mente agotada de tanto pensar en la muerte y su soledad.

*

Nos veo juntas, caminamos, cantamos, gritamos de tanto silencio. Somos observadas, comentadas, seguidas. No nos conocemos entre nosotras y por lo mismo no nos juzgamos. Estamos dolidas pero alegres, indignadas pero dispuestas a que todo lo que nos “toque” no nos toque, sino que lo elijamos, que nos dejen decidir. Que no tengamos que huir, abandonar, tener fuerza para ser quiénes somos. Y que fortuna la mía de tenerlas ahí, de haberlas conocido, de haber escuchado de ellas alguna vez. Las veo y somos pocas, pero un día seremos todas.

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Revista Entropía 2020

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