Un escondite para la guerra
- historiasamalgama
- 3 mar 2019
- 2 Min. de lectura

Angela nos vamos… ¡movete, dejá eso ahí!… hombre que corrás.
Era verano, elevábamos cometas con mi hermana y mis primos en una montaña de la ciudad. Pero la tarde fue interrumpida con el sonido de tiros y los gritos de las personas diciendo “es la guerrilla, es la guerrilla”.
Ese día hizo que tomara la firme decisión de buscar un sitio, un escondite, tal vez recóndito, pequeño, que debía utilizarse en ocasiones específicas, si algún día vinieran los hombres vestidos de verde olivo, o al sonar las voces de mis vecinos advirtiendo, o un conjunto de botas gruesas en el asfalto, yo entraría allí y sería invisible.
No, nunca vinieron. Pero eso sí, se me vio por la casa hurgando cada esquina, cada mueble y biblioteca. Cuando Nancy, la nana descubrió lo que mañana y tarde nublaba mi tiempo, habló:
-En Bolívar, mi pueblo, venían a mi casa, los de la guerrilla pedían donde dormir, los dejaba y me regalaban enlatados, después venían los soldados y preguntaban por ellos… No podía decir nada.
Nancy dijo que no le hicieron nada, que no le disgustaban, pero a mí, en cambio, sin verlos, sin conocerlos, solo de oídas ya me asustaban todos esos hombres verde olivo. Claro, viajé a lo largo de mi departamento, visité el Cauca y el Valle con el colegio y en cada travesía nos requisaban sin saber a qué grupo pertenecían.
-¿Qué quieres saber de la guerra? Matas, sino quieres matar hay castigos, a mí, una vez me hicieron dormir con el muerto toda la noche… así es la guerra.
Cuando estaba en la Universidad conocí a Jaime, amigo de mi madre, soldado, a quien le pregunté sobre el tema, dijo que mató, siguió órdenes, su tropa también, pero en un momento paró abruptamente.
-No, no quieres saber eso…hay cosas que uno no quiere saber.
Tras el atentado en la Escuela de cadetes General Santander, el Gobierno suspendió los diálogos con el ELN, de igual forma nos preguntamos actualmente sobre una posible intervención militar en Venezuela y también sobre el limbo del presidente de objetar o no objetar la ley de la JEP.
La guerra en Colombia ha dejado 262.197 muertos: casi la misma población que habita el área urbana de Sincelejo, Sucre. De este total de víctimas fatales, 215.005 eran civiles y 46.813 eran combatientes (1958-2018). Esta es una de las principales conclusiones del Observatorio de Memoria y Conflicto.
Sí, soy de ciudad, no lo he vivido, pero desearía que todos los 262.197 hubieran encontrado ese escondite recóndito que yo me prometí visitar ante la amenaza, deseo que mi tío asesinado por el conflicto ante sus extorsiones lo hubiera hallado, deseo que la madre y la niña que se sitúan todas las mañanas en la iglesia con su letrero de cartulina advirtiendo su desplazamiento lo hubieran hallado, deseo que Marta antes de ser víctima sexual en la guerra lo hubiera hallado, deseo que Luis, Maye, Javier y los más de 400 líderes asesinados lo hubieran hallado, al igual que El Mango, El Salado, Ataco o Buenos Aires. Sí Jaime, tienes razón, pareciera que hay cosas que los colombianos no quisiéramos saber.
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